Las monjas.

Las monjas son mis vecinas más estables. Desde la terraza tengo una vista inmejorable de todo el convento, por el que las veo deambular bastante a menudo. No sé cuántas son, apenas tengo a tres de ellas identificadas, porque son las que más salen a tender la ropa y hacer otras tareas al aire libre.

Por la mañana, temprano, hacen sonar la gran campana que, aunque casi siempre me pilla despierta, no deja de ser un estridente, y sin embargo agradable, despertador. No como otros sonidos más ruidosos que también me he acostumbrado ya a que me acompañen por las mañanas. El camioncito que viene a recoger el vidrio de los innumerables locales de los que vivo rodeada. El arranque de los aparatos de aire acondicionado y extractores de cocina del restaurante que tengo justo abajo. Los chorros de agua que limpian las calles después de unas largas noches de llenos totales en las terrazas de todos los bares de copas que ocupan gran parte del barrio. Y los fines de semana, que aquí empiezan los lunes y acaban los domingos, las ruidosas despedidas de solteras y solteros que toman por asalto el centro de la ciudad.

A pesar de todo, aunque visto desde fuera puede parecer que todo son incomodidades -tal como me hizo querer ver lanena cuando decidí que quería probar a vivir aquí -yo estoy a gusto y estoy convencida de que he encontrado mi sitio.

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Una respuesta a Las monjas.

  1. corsaria dijo:

    Feliz nueva casa. 😉

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