
Tenía unos calamares frescos que compré el viernes, ya limpios porque así lo solicité al hacer la compra online en mi supermercado de confianza. Demasiado pequeños para plancha y un poco grandes para fritura. Quería darles salida y me apetecía un plato medio de cuchara. Es difícil calcular las cantidades cuando has de cocinar para una persona sola, pero ya me voy apañando. Normalmente las que ponen en las recetas que copio -soy muy de copiar, poco de experimentar aunque sí de modificar un poco a mi gusto- son para cuatro personas, así que las divido (más o menos) en dos y tengo para dos comidas. No me gusta repetir a lo largo de la semana, por lo que suelo elegir las que se pueden congelar. Entierro una ración en el congelador y cuando, al cabo del tiempo, descubro el tupper, en ocasiones me emociono de alegría y en otras lloro de rabia porque el resultado no cumplió del todo mis expectativas.
Más que cocinar me gusta preparar los ingredientes. Ahora tengo una cocina pequeña, así que he de esmerarme en ir aprovechando los pocos espacios de encimera con los platitos en los que voy dejando todo listo para el momento en el que ya tenga que encender el fuego. Esto es un eufemismo, la placa de la cocina es vitrocerámica, pero como echo de menos una cocina de las de antes, de gas, la expresión que utilizo es precisamente esa, la del fuego…
Ayer hice calamares guisados. Estaban tan sabrosos que el recipiente (siempre de vidrio y con tapa hermética) que acababa de fregar para guardar esa segunda ración fue llenado en la cocina y vaciado en la mesa.
La receta no la pongo porque no es mía, la puedes encontrar aquí.